También los españoles hablamos mucho de política últimamente. Y qué remedio nos queda. Para algunos era una afición excéntrica. Pero para muchos otros
se trata ahora de un ejercicio que han debido realizar a la fuerza. Hartos de los recortes en prestaciones básicas como la sanidad o la educación. Hartos de ver cómo políticos y sus empresarios
amiguetes han saqueado las cajas de ahorro y se han quedado con el dinero de la gente, saliendo, de momento, impunes.Hartos de un sistema político
amañado vendido a los intereses de grandes empresas. Hartos de la falta de oportunidades laborales (es decir, de oportunidades
vitales). Hartos de tantas cosas y tantos mangantes, y sin embargo...
Y sin embargo. En cada conversación cada uno busca sus soluciones o su desahogo de acuerdo con su nivel de información, temperamento, ideología y
fundamentalmente su nivel de cabreo. Pero me atrevo a decir que casi el cien por cien de las conversaciones, que no tendrán el nivel de seminarios de ciencias políticas ni de máster de
finanzas internacionales, pero que son la expresión de la gente, acaba con la coletilla y conclusión final de que algo hay que hacer.
Algo hay que hacer. ¿Por qué la gente no hace nada? ¿Por qué la gente "no sale" a protestar? Los españoles piensan que sus compatriotas (conocidos también como
compañeros de pasaporte del estado español) están más preocupados por Mourinho/Guardiola que por el desempleo y la pobreza.
Es paradójico que esa percepción que los españoles tienen de sí mismos contraste con la que se tiene fuera de nuestras fronteras, pues los medios
internacionales a menudo describen la situación española como socialmente convulsa, un país con manifestaciones violentas y a punto del
estallido social. En unos pocos años han aparecido plataformas y movimientos de protesta. La gente espontáneamente se junta para defender servicios básicos o pedir
justicia. La nómina la podría encabezar la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y los "indignados" del movimiento 15-M, pero hay
muchas más.